Desgracia con suerte.
- rexicablog
- 5 nov 2016
- 2 Min. de lectura
Como dije antes, en el primer post, a veces las cosas no terminan cuando uno cree y se vuelven a iniciar.
A principio de año sufrí una injusticia y tuve que dejar de ir al trabajo, no importa cual fue, lo que importa es que desempleada me sentía un poco perdida al principio. Pero, por suerte, sirvió para reencontrarme en la libertad de poder salir ese fin de semana y disfrutar de una buena compañía, una copa o el quedarme en casa hasta tarde en la computadora porque sí. Volví a editar, a cantar a la madrugada, a dibujar y a escribir.
¡Wow! Sí que escribo. Es increíble el reencuentro que viví con mi pasión, con el arte en sí, la sensación de no tener nada que perder y el poder de dormir un sábado a la noche si me complacía la idea.
Si pudiera vivir del arte. Si se pudiera vivir de las ideas y los inventos, del ser artista por el hecho de serlo o que digan que lo eres. Si pudiera vivir del arte: ¡Sí que viviría bien!
Pero, como no se puede y uno empieza a tener ciertas necesidades personales, caprichos o antojos del tipo que sean, el trabajo, o mejor dicho, la falta de él, se sienten. Y cómo...
La búsqueda fue ardua e incesante, pero ningún trabajo fue receptor de esta, al menos no como me hubiera gustado. No hubo Feedback, por así decir.
Y, ahora, acá estoy. Un sábado, a las cuatro y media, tomando mi café en la frescura de mi cocina, con el sol entrando tibio por la ventana, sabiendo que esta misma noche vuelvo al ruedo del cual había tenido que irme pero no por decisión propia. Y no me apena, porque nadie me quiso echar en realidad y los malos entendidos ocurren, pero a veces hay que dejar que simplemente pasen. En cierta forma, se siente como volver a casa.
Es este momento, escuchando música que estaba de moda cuando tenía diez años, uno de los que más me gustan. Mirar hacia atrás y el ahora, ver como todo sigue una cadena específica para conseguir estabilidad propia.
Si hubiera estado en el trabajo este tiempo que no lo estuve, todos los problemas graves (que quizá en otra entrada cuente el día de no sé cuando) no hubiera podido afrontarlos con todo mi potencial. Y son esas "desgracias con suerte" las que después reciben recompensa por el valor y la resistencia a los malos momentos.
Y hoy, vuelvo. Vuelvo como si no me hubiera ido, para dar más de lo que daba antes y por alguien por quien antes no lo habría hecho. Por mí.






Comentarios